La noción milenaria del binarismo de género, que es claramente ideológica y no corresponde a la realidad objetiva, debe sustituirse por un no-binarismo realista, que puede expresarse como conjuntos difusos de género, formados por afirmaciones personales de identidades difusas. Una identidad difusa no se define por un sí o no, sino por un más o menos, desarrollado según una lógica informal o difusa.
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viernes, 28 de agosto de 2009

Convocatoria Internacional por la Despatologización Trans

Por tercer año consecutivo, la Red Internacional de Despatologización Trans realiza una campaña por la despatologización trans, cuya principal demanda es la retirada de la transexualidad de los catálogos internacionales de enfermedades (DSM-IV y CIE cuyas versiones revisadas se publicarán en 2012 y 2014, respectivamente). Para este objetivo, el 17 de octubre de 2009 se convocarán manifestaciones en diferentes ciudades del mundo.
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Hasta la fecha, más de 100 grupos provenientes de África, Asia, Europa, Latinoamérica y Norteamérica han confirmado su participación, y se realizarán manifestaciones en 28 ciudades de todo el mundo. Actualmente, se sigue difundiendo la convocatoria en diferentes partes del mundo.






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Exigimos:
• La retirada del TIG (Trastorno de Identidad de Género) de los manuales internacionales de diagnóstico (sus próximas versiones DSM-V y CIE-11).
• La retirada de la mención de sexo de los documentos oficiales.
• La abolición de los tratamientos de normalización binaria a personas intersex.
• El libre acceso a los tratamientos hormonales y a las cirugías (sin tutela psiquiátrica).
• La lucha contra la transfobia: propiciando la formación educativa y la inserción social y laboral de las personas trans.
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Más información sobre la convocatoria en: http://stp2012.worldpress.com/
Para la adhesión de vuestro grupo / organización a la campaña envíad un mail a: stp2012@gmail.com.

sábado, 22 de agosto de 2009

Binarismo y no-binarismo

Por Kim Pérez

DEFINICIÓN DEL BINARISMO SEXUAL

Hablamos de binarismo sexual y ya es hora de definir los conceptos.

Binarismo sexual es la afirmación de que hay dos sexos, que llamaremos A y B, y que A+B = 100 % de la población.

Esta afirmación está recogida en nuestro ordenamiento legal.

¿Con qué criterio se establece la asignación de cada persona al sexo A o al sexo B?

Ingenuamente, espontáneamente, podemos pensar que por la presencia en ella de genitales femeninos o masculinos, respectivamente (o viceversa).

Pero no es tan sencillo, porque existe, por lo menos, un segmento de la población, relativamente numeroso (alrededor de un 2 %) cuyos genitales son ambiguos y que, sin embargo, son asignados, de hecho y de derecho, en A o B.

Por tanto, el criterio de asignación es que todas las personas se distribuyen en A o B por decisión social, fundada sobre todo en la observación de los genitales externos, pero también en conveniencias prácticas. En general no es arbitraria, pero a veces puede serlo.

La lógica dice que una distribución de las personas reales (P) en un sistema binario (A+B=100) basado en última instancia en una decisión social, es voluntarista. Como no lo es en cuanto a P, cuya existencia multisexuada es independiente de la voluntad humana, el voluntarismo afecta al sistema A+B=100.

Esta conclusión resulta ya sorprendente para quien no haya reflexionado nunca sobre ella: ¡el sistema de los dos sexos, que parece tan natural, es un voluntarismo!

No es la realidad! Es lo que quisiéramos que fuera la realidad! O mejor dicho: es lo que se quisiera que fuera la realidad, porque muchas personas no nos encontramos a nosotras mismas en esa realidad.

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HISTORIA CULTURAL DEL BINARISMO

Como la mayoría de las personas se pueden definir como hombres y mujeres, muchas culturas se quedan en eso y hacen abstracción de cualquier otra clase de personas.

Así funcionaban Grecia y Roma, planteando además el dominio del padre de familia, que era el único sujeto de derechos.

Si lo que primaba era la condición de padre de familia, por definición se tomaba en consideración sólo a quienes llegaban de hecho a ese estado. Se formaba un binarismo asimétrico, en el que los derechos de propiedad del padre –patrimonio- se ponían en función de los intereses y obligaciones de la madre –matrimonio- en cuanto madre de familia.

En aquella sociedad patri/matrimonial no había en un principio lugar para los intersexos. Cuando nacía un hermafrodita se entendía que era un prodigio querido por los dioses, lo que lo dejaba con un aura de misterio, pero fuera del sistema social. Sin embargo, con el tiempo, la llegada del culto extranjero de Cibeles a Roma, en el que las galas se automutilaban en un frenesí callejero, adoptando desde entonces una identidad femenina, y a tal precio, mostró que lo binarista no se mantiene ante lo no-binario, es siempre un voluntarismo que la realidad desmiente de una manera u otra.

La otra gran fuente de nuestra cultura, la judía, se formó como moral contrapuesta a la de los baales, o dioses de la naturaleza siríacos, cuyos cultos eran con frecuencia orgiásticos e incluían a los hieródulos o prostitutos sagrados.

Como contraposición, como moralización y espiritualización, formuló reactivamente un nuevo binarismo, en el que la relación generadora entre hombres y mujeres era la única concebida, polígama al principio, monógama después, y desde luego de forma más igualitaria, lo mismo que se había proscrito la esclavitud.

Conviviendo los judíos con otros pueblos, en los que había harenes y eunucos, trataron respetuosamente a éstos, e incluso el judío Jesús elogió metafóricamente la castración y su discípulo Felipe mantuvo una cordial conversación con uno de ellos, abriendo paradójicamente un camino hacia un no-binarismo místico que después siguió vivo entre los ortodoxos pero se extinguió entre los católicos.

El rigor dogmático que afligió después al catolicismo se tradujo en un binarismo que, en su manifestación heterosexual, llegó a no dudar en quemar a homosexuales. Sin embargo, al mismo tiempo no dejaba de haber actores que en el teatro hacían los papeles de mujeres (aunque dentro de la marginación general del mundo del teatro), en pensarse en hombres hermosos que podían pasar por mujeres, como la histórica “Bella Mexía” o el que retrata Cervantes en la segunda parte del Quijote, o en mujeres que de hecho luchaban como los más valientes soldados, el caso de la Monja Alférez.

El no-binarismo siempre pujando por salir a flote en medio del más fiero binarismo. Lo natural saliendo como la hierba viva entre las losetas del voluntarismo.

Contrasta con estas tradiciones la de los pueblos amerindios, más primitivos o más civilizados.

La tradición amerindia es generalmente no-binarista. En ella se considera natural que haya hombres, mujeres, hombres-mujeres y mujeres-hombres.

Un sueño del adolescente puede decidir su identidad de género y su status social, dentro de una sociedad muy desigual por sexos. Pero si el muchacho queda rebajado al status sumiso de las mujeres –no hay sociedades perfectas-, la muchacha puede ascender a ser un guerrero de pleno derecho.

En ambas situaciones, adquirían la plenitud de los derechos y las obligaciones correspondientes. Debían hacer las funciones sociales asignadas a su sexo y podían casarse con hombres o mujeres, respectivamente. Y todo ello sin que mediase mutilación alguna sobre sus cuerpos. Era, literalmente, el reconocimiento de un cambio de género, por decisión personal.

Tal tradición era tan universal en las culturas amerindias que, donde éstas sobreviven con más fuerza, por ejemplo en algunos pueblos de México, pervive y crea formas particulares como la de los o las muxes.

En resumen, el binarismo no es natural (sería universal) sino que depende de tradiciones culturales; el no-binarismo aparece o reaparece persistentemente en cambio como la fuerza de la naturaleza frente a la de la cultura.


ERROR EN LA FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DEL BINARISMO COMO VOLUNTARISMO

Conviene sin embargo deshacer la convicción de que en el fondo el binarismo es lo natural y lo que no se ajusta a ello es lo excepcional, y en el fondo lo patológico, en la medida en que esta convicción puede estar gravitando sobre las mismas personas que vivimos realidades no-binarias, limitando nuestra capacidad de afirmación propia.

Puede insistirse en que la existencia de una minoría de personas es una realidad patológica que no altera la regla de fondo; “la excepción confirma la regla”, se dice; simplemente debe ser subsanada lo mejor posible con arreglo a ella.

Siguen un sistema de pensamiento platónico según el cual el sistema binario es una realidad ideal que tiene prioridad sobre la realidad material, que depende de la anterior como un edificio de su proyecto.

En este sentido, “la regla no queda disminuida por la excepción o irregularidad”, que debe ser laminada o cepillada para que se ajuste al modelo.

Si en esta metáfora pasamos de las casas al ser humano, nos encontramos con que esta manera de pensar se convierte en una amenaza directa contra los seres humanos discrepantes de pretendidas reglas naturales.

Es que una cosa somos los seres humanos, existentes entre animales, árboles, rocas, mar, y otra cosa son los proyectos que podemos trazar los seres humanos.

Es cierto que hemos encontrado una regla general, la razón, que rige y ordena el Universo. Las Matemáticas se expresan en la Física, y las reglas matemáticas de la Física podemos encontrarlas tras ardua observación.

Pues bien, no hemos encontrado todavía una regla matemática y absolutamente racional que gobierne las relaciones humanas. En su ausencia, debemos limitarnos a observar; de la observación, pasamos a la abstracción conceptual de lo común a varias realidades, y de aquí a la generalización y formulación de reglas, nos damos cuenta de que éstas dependen de la observación de la realidad y no viceversa.

Es decir, que las excepciones no confirman las reglas, sino que las destruyen, y hay que buscar otras nuevas.

Si se cree que la regla básica de la sociedad humana es que está compuesta por hombres y mujeres, y se observa que en la realidad existen personas que no son hombres ni mujeres, entonces es que aquella regla (binarismo) no vale, y hay que buscar otra (no-binarismo).

Por tanto, insistir en la primacía del error binarista, que es una idealización platónica, no una observación de la realidad, y llevar esta primacía a la práctica, es puro voluntarismo; dicho más claramente, empecinamiento en que las cosas sean como quiero y no como son.


DEFINICIÓN DEL NO-BINARISMO SEXUAL

El no-binarismo sexual parte de la observación de la realidad y constata que existen muchas formas de sexualidad en las distintas personas.

En cuanto a los cromosomas, por ejemplo, considerados como la última diferenciación entre hombres y mujeres, hay mujeres (sociales) XX o varones (sociales) XY, también personas XO, XXY, o con mosaicos cromosómicos mucho más complejos, y también mujeres sociales XY, asignadas por la forma de sus genitales en el momento de su nacimiento.

Todas estas realidades suplementarias de la mayoritaria han sido tradicionalmente consideradas intersexuales o hermafroditas, lo que es una última concesión a la idealización binarista: sólo se conciben las diferencias como realidades definidas en última instancia por los dos sexos normativos, dándoles un estatuto intermedio que cuenta con ellos por lo menos como referencias.

La verdad es que existe una multiplicidad de realidades sexuales y cada una de ellas es válida por sí misma y está autorreferenciada.

Siendo la sexualidad, fundamentalmente, una estrategia para la reproducción de las especies fundada en el intercambio de genes, se podría pensar en un estatuto superior para las realidades sexuales funcionalmente reproductivas, y uno inferior para las no reproductivas.

En principio es así; pero la rigidez de esta afirmación se desdibuja cuando se entiende que la reproducción es una función de la especie y no de sus individuos. Existen especies, como las abejas, que han conseguido una funcionalidad reproductiva generando una inmensa mayoría de individuos no reproductivos que asisten a los reproductivos, necesitándose mutuamente los unos y los otros para que su colectividad subsista. Es cierto que no habría reproducción si no hubiera reina y zánganos, pero también es verdad que no comerían y morirían si no hubiera obreras no reproductivas.

Por tanto, es legítimo pensar que no hay errores de la naturaleza, sino variaciones y juegos combinatorios de elementos que tienden todos a una mejor adaptación de cada colectividad concreta, o de cada especie en general, a las condiciones de la realidad.


CONJUNTOS DIFUSOS DE IDENTIDADES

La realidad sexual humana es multiforme y cada una de sus formas es autorreferenciada y por tanto válida.

Configura una gran variedad de formas, y dos de ellas reúnen objetivamente a la gran mayoría de la población, siendo funcionalmente reproductivas (a diferencia de la realidad sexual de las abejas o las hormigas, habiendo conseguido éstas sin embargo contar con una población muchísimo más numerosa que la humana, lo que avala su estrategia).

También objetivamente, en la sexualidad de la especie humana, aunque las mayorías sean como son, existen minorías que se pueden distribuir en conjuntos discretos, es decir cualitativamente definidos, muy distintos, y conjuntos cuantitativamente distinguibles, cuya separación es menos definible: existen por poner dos ejemplos conjuntos objetivos de personas XO, cualitativamente distinguibles de los conjuntos de personas XX o XY, y existen conjuntos de personas XY hipoandrogénicas, distinguibles cuantitativamente de las personas XY ortoandrogénicas, aunque la separación se da dentro de un continuo.

La variedad objetiva de la sexualidad humana se hace más compleja cuando se pasa de lo objetivo u orgánico a lo consciente; el ser humano tiene la capacidad de elaborar conceptos sobre la realidad, mediante el descubrimiento de factores comunes; cada concepto sobre la propia realidad sexual es una identidad y cada identidad tiende a convertirse en un nombre (lo que en el lenguaje común se llama “etiqueta”).

La identidad por tanto es un hecho de pensamiento y más aún, una abstracción. Pero también, en la complejidad humana, es un sentimiento; no es sólo un “soy” sino un “quiero ser”, es una expresión de la voluntad que corresponde, como ella, a necesidades objetivas más o menos racionalizadas.

Queda claro que las realidades y las identidades son cosas diferentes y que las identidades pueden ajustarse en diferente grado a las realidades de que toman consciencia. Las realidades están; las identidades se buscan, con más o menos acierto, y están sometidas a un proceso histórico y colectivo de ajuste fino. Por ejemplo, algunas personas nos hemos entendido sucesivamente como afeminados, transvestistas, transexuales, intersexuales, “queer” (desafiantemente “raros”) y nos entenderemos en el futuro de otra manera.

Las identidades son simplificadoras, en la medida en que en la práctica existe un proceso de selección de los conceptos que son entendidos por la mayoría de las personas. Si yo dijera que me considero una persona XY hipoandrogénica con disforia genital, definición bastante exacta, cada uno de esos conceptos caería como un mazazo apartando a más y más personas de la comprensión de lo que quiero decir; y sin embargo es lo más preciso a lo que he llegado, es mi identidad más depurada. Sin embargo, si digo que soy transexual, casi todos me entenderán en estos años; ésta es mi identidad social. Muchas personas se entienden a sí mismas sólo con estos conceptos sociales. Y otras muchas, en esta cultura binarista, tienen que simplificar más aún y se entienden como simplemente varones o mujeres, sea cual fuere su realidad sexual. Pero quedarse aquí sería una abdicación del conocimiento y de la voluntad.

Porque podemos aspirar a lo más verdadero y no a lo más fácil de pensar, en la relación entre conceptos y realidades, entre lo que se piensa y lo que se es. Yendo más lejos que esa simplificación, en la abstracción o conceptuación, con el juego de las diversidades objetivas se puede llegar a constituir una diversidad identitaria. En la medida en que estas diferencias identitarias quieren expresar diferencias reales u objetivas, unas cualitativas, otras cuantitativas, y lo hacen de manera conceptual o subjetiva, pueden dar lugar a una serie de conjuntos difusos de género, definidos por en la práctica por las identidades.

Así, sobre la base o punto de partida del conjunto objetivo de las personas XY que han desarrollado una funcionalidad genital, se constituye el conjunto difuso de las personas con identidad varonil (siendo distintas la realidad objetiva y su conceptuación y valoración identitaria), distinción que crea un margen entre una y otra que puede incluir a personas con distintas fórmulas cromosómicas, incluso XX, o distintas realidades fenotípicas, transexuales masculinos y otras variantes sexuales, pero que comparten una identidad varonil.

Siendo el género la construcción cultural elaborada sobre el sexo y la sexualidad (o conducta biológicamente determinada), es decir, también un juego conceptual, estas personas que asumen una identidad varonil asumen formas de género masculino para expresarla: ropas, nombres, gestos, conductas, aficiones, etcétera.

Lo mismo puede decirse del conjunto difuso de las personas con identidad femenina. Observamos las mismas relaciones entre una mayoría de personas XX que han desarrollado una funcionalidad genital, a las que se unen personas con otras fórmulas cromosómicas o distintas realidades fenotípicas. Ahora bien, puesto que identidades y género dependen de los conceptos a que hayan llegado la persona y su sociedad, cuando la cultura era binarista, era preciso incluir todas las realidades personales en las dos únicas categorías A o B.

Sólo se podía (o se puede) ser varón y mujer, de manera que A+B=100, aunque se podían incluir en A o B otras formas cromosómicas y fenotípicas, como siempre se ha hecho en la práctica, fijándose más bien en las expresiones de género.

Pero el descubrimiento de que el binarismo es un error muy grave permite empezar a construir otros conjuntos difusos dentro del sistema sexo/sexualidad/género.

Por ejemplo, además de los conjuntos difusos de hombres y mujeres, o más exactamente, de personas con identidad varonil o femenil, que seguiría formando la mayoría, se puede formar un conjunto difuso de las personas con identidad variante fenotípica que no se reconocieran en A ni en B.

O este conjunto podría escindirse en una multitud de conjuntos difusos más especializados, por ejemplo el de las personas XY con insensibilidad androgénica y fenotipo femenino o cualquier otro imaginable.

También podría existir el conjunto difuso de las personas con identidad transexual, que prefieren descansar en esta transición y no quieren identificarse con los conjuntos de hombres ni de mujeres.

O incluso el de las personas que transformaran su orientación sexual en centro de su identidad y se reconocieran en una identidad gay, o lésbica, o bisex, o queer, también fuera de A y B.

Al ser las identidades realidades conceptuales y afectivas, a menudo variables, podría observarse cómo estos conjuntos difusos, según el momento histórico, se constituyen, se deshacen, se reconstituyen, se reformulan, crecen, menguan, se multiplican, se escinden, se suman, etcétera, y cómo las personas que se reconocen en las identidades que los definen migran de unos a otros, se sitúan en su centro, en plena ortodoxia, o en sus márgenes.

La imagen que resulta es de una extrema movilidad, que afecta incluso a los dos grandes polos del conjunto difuso de los varones y el de las mujeres, haciéndolos crecer con adhesiones voluntarias o disminuir con alejamientos y ver aumentar su centro o su periferia.

La figura se completa con las personas que se nieguen a insertarse en ningún conjunto, permanente o pasajeramente, y que prefieran ser identificadas por su realidad personal y sus prácticas.

Este esquema corresponde mucho mejor a la realidad que el esquema binarista y sin embargo prevalecerá con dificultad. Una de las razones por las que encontrará muchas resistencias, será que todos estamos educados en un sistema binarista. Sabemos que existen hombres y mujeres y punto. Entendemos las expectativas de unos y otras. No es difícil, puesto que se trata sólo de dos categorías. También podemos entender que otras personas quieran ser hombres o mujeres.

No estamos habituados a ver personas que se sitúan fuera de ese esquema binarista. No hemos oído hablar casi de ellas. No las entendemos. No sabemos cuáles pueden ser sus expectativas. Nos parecen extraterrestres. Nos hacen sentir miedo a lo desconocido. A algunos, este miedo les lleva a querer que desaparezcan, a querer incluso matarlas o por lo menos, agredirlas.

Al verlas pasar por la calle, con un aspecto ambiguo, quizá un rostro enérgico y lampiño, quizás unas caderas algo anchas encajadas en unos pantalones, quizá unos pies grandes, nos preguntamos “¿Es un hombre o una mujer?” y al quedarnos encerrados en usa respuesta binarista, tenemos que responder: “No sé”, abriéndose todas las incertidumbres e incluso toda el ansia de encontrar una respuesta binarista. La respuesta correcta sería: “La pregunta está mal formulada”.

Si estuviéramos habituados a verlas, y sobre todo a conceptuar su existencia, probablemente sabríamos cómo son y las entenderíamos. Probablemente formarían parte del paisaje, como ya pasa con las trans, a las que, grosso modo, ya casi todos nos entienden.


PERSPECTIVAS POLÍTICAS Y CULTURALES DEL NO-BINARISMO

Una metáfora relativa a otra clase de identidades fuertes, las nacionales o políticas o sociales, puede ser útil: Abandonaríamos la dialéctica de nacionales y extranjeros, izquierdas y derechas, resumible en un nosotros y ellos, y su estimulante pero inapropiado juego de oposiciones y enfrentamientos, y nos reconoceríamos dentro de un sistema múltiple o incluso dentro de sistemas múltiples: españoles, catalanes, franceses, ingleses, alemanes, marroquíes, argentinos, ecuatorianos, etcétera; izquierda, derecha, centro, verdes, nacionalistas, integristas, y otro etcétera más, hippies apolíticos, místicos, inmigrantes, personal no cualificado, especialistas, ejecutivos, cooperativistas, tenderos de la esquina, accionistas, etcétera.

En estos sistemas múltiples es posible cambiar de nacionalidad, tener doble nacionalidad y hasta ser apátrida y por supuesto cambiar de partido o situarse al margen o cambiar de situación social o cultural o religiosa.

Es posible la práctica de alianzas ocasionales o estables, más o menos basadas en afinidades reales o enemigos comunes, y que se llegue también a veces a los trastornadores cambios de alianzas. Es posible también reconocer que hay momentos en los que existen imperios o hegemonías dentro de estos sistemas y momentos en que hay oligarquías o multipolaridades o sistemas más equilibrados.

Volviendo ahora al sistema sexo/sexualidad/género, reconoceríamos que las relaciones entre los conjuntos difusos están a menudo marcadas por la desigualdad de poder y por tanto de la opresión y reconoceríamos que esta opresión se ha dado mayoritariamente entre quienes han tenido el poder político y cultural, los hombres, sobre quienes no lo han tenido, las mujeres. Pero esto es hablando en términos binaristas.

Porque observaríamos también que el poder y su perversión, la opresión, no se pueden entender en términos metafísicos dualistas, como un mal frente a un bien eternos e invariables, sino en términos históricos y variables.

Así, la multiplicación de los sujetos de género que se ha ido produciendo antes incluso de la toma de conciencia de que la realidad sexual es no-binarista, ha permitido comprobar que el poder de los varones no ha oprimido sólo a las mujeres, sino a otros varones, los homosexuales, con mayor violencia si cabe, condenándolos a la hoguera por el solo hecho de ser homosexuales, o a la irrisión pública, penas que no han impuesto a las mujeres por el solo hecho de serlo.

Por supuesto, por no comprender distinciones conceptuales para nosotras vitales, la irrisión y la marginación se han impuesto también a las transexuales, “las más marginadas de los marginados”, como nos definió empíricamente Dominique Lapierre.

Era preciso que hubiera un sujeto de género homosexual y uno transexual para que estas voces se alzaran, y eso ha ocurrido con notable retraso frente al sujeto de género mujer. Pero desde que se alzó, como también ha ocurrido con las mujeres, ha empezado un proceso de empoderamiento.

Las grandes desigualdades que subsisten entre el poder de los hombres y el de las mujeres, las enormes desigualdades que afectan todavía a los homosexuales y transexuales, hacen que sea necesaria y estructural todavía una alianza entre estos tres sectores, unidos sin confundirse, puesto que sus intereses son distintos en detalle. Alianza no significa igualación y menos sumisión de unos a las directrices de otros, sino convergencia de intereses fundamentales y de estrategias.

Pero la experiencia de los oprimidos hace que no pueda dejar de dirigirse una señal de precaución y alerta ante los efectos del empoderamiento, que como todos los poderes tiende a la perversión del abuso, lo que puede llegar a manifestarse en formas de opresión.

En este sentido, tampoco es indispensable que las alianzas tengan lugar sólo entre los conjuntos difusos de género. Es muy concebible por ejemplo una alianza entre transexuales o variantes de género con los verdes, en nombre de un ecologismo que incluya la variación de sexo y de género como un caso más de la variabilidad biológica que debe ser defendida.

La realidad de los conjuntos difusos de sexo y género necesita una expresión cultural, empezando por los recursos de identificación de las distintas identidades.

La sociedad binarista ha creado para empezar sólo dos sistemas de ropa, el de los hombres y el de las mujeres; aunque es verdad que existe hace años la ropa unisex, especialmente en la indumentaria deportiva y la funcional, también es verdad que en las ceremonias o cuando está en juego la atracción, se recurre a prendas máximamente diferenciadas.

Aunque se puede discutir qué hace que una prenda sea femenina, masculina o unisex, en la práctica están en tiendas distintas, o en espacios diferenciados de la misma tienda, y son muy fácilmente reconocibles.

Y responden a un sistema binarista, sólo atenuado porque algunas prendas son válidas para los dos sexos reconocidos.

¿Cabe pensar que en el futuro haya prendas para hombre, prendas para mujer y prendas para ni unos ni otras?

Desde luego, pero situando a los círculos de usuarios dentro del sistema múltiple, variable y no binario del que estamos hablando.

La creación de la ropa es libre y expresiva; quiero empezar por lo más serio, lo que puede expresar los dramas y las experiencias que han acompañado muchas veces a la experiencia no binarista. Los colores chillones usados por personas clasificadas binaristamente como varones eran la bandera de los mariquitas, cuando los colores varoniles eran los severos.

Luego, en los años cincuenta, el negro de los pantalones y los jerseys de cuello cisne del existencialismo francés fue el primer unisex, llegando a formas bellísimas que anticuaban el extremado binarismo de Hollywood.

La dinámica de la moda de la nueva cultura se parecerá más a la de la de las actuales tribus urbanas juveniles que a la de los departamentos comerciales de señoras y caballeros.

Generalmente ha sido no binarista, excepto, lógicamente, en el caso de los pijos, conservadores, que sin embargo, al integrarse dentro del sistema de las tribus como una variante más, aceptaban de hecho un no binarismo envolvente de su binarismo. El proceso por el que los compañeros de clase, al llegar el fin de semana, se desprenden de los mismos chándales que han llevado, y se ponen unas prendas u otras, equivale al de la visión no-binarista, de conjuntos difusos, que ve personas que prefieren definirse como hombres y mujeres entre otras que prefieren definirse alternativamente.

Al frente de cada identidad juvenil alternativa hay un hallazgo estético. Su fuerza ha sido intergenérica, las prendas han podido pasar de unos a otras y de unas a otros. Las chupas claveteadas de los rockeros, las crestas punkis, el maquillaje blanco y negro de los góticos, no han tenido que ver con la distinción binarista hombre-mujer. Han configurado identidades sociales en las que la distinción de sexos podía expresarse, si se quería, con ligeras pinceladas diferenciales.

Únicamente las exageraciones de la expresión las hacían poco “ponibles” a diario, y en todas o casi todas las situaciones. Por eso no soportaban la llegada al trabajo ni la edad adulta y era preciso ver resignadamente la triste abdicación de los muchachos y su entrada en el orden de la chaqueta, el pantalón y la corbata.

Pero cabe suponer la formación de una estética alternativa capaz de identificar como alternativos, y no como hombres ni mujeres, a quienes quieran reconocerse en ella, y que a la vez tenga formas juveniles aparatosas y formas maduras y laborales más neutras y prácticas. De hecho ya existen estéticas gays, algunas más diarizables que otras, como las de los osos, cueros o musculosas. O hay una estética drag que evoluciona de lo más espectacular al casi simple traje de la noche de los findes, estilizando también la superfeminidad de origen hasta el alisamiento de los torsos.

Hacen falta sin duda formas que permitan salir a la calle y hasta entrar en la iglesia con discreción y que sin embargo sean identificables como alternativas, inequívocamente, por cualquier mirada observadora. No tenemos casi referencias en nuestra cultura por su binarismo, pero podríamos encontrarlas recurriendo a la intuición creativa de lo que es ser una persona de género alternativo, o más en general, no-binarista.

jueves, 13 de agosto de 2009

Resumen de las actividades de Conjuntos Difusos junio - julio 2009

BASES TEÓRICAS
Objetivos
:

El objetivo inmediato o primario del gr*po es: “crear un espacio de debate y reflexión sobre la temática de lo no binario y preparar actividades sobre el tema para las Jornadas Feministas Estatales que se celebrarán en Granada en diciembre de 2009”.

No b*narismo:
Una de las primeras reflexiones que aparecen a partir de la definición del objetivo de nuestro grupo es sobre el concepto del “no binarismo”, como un tema no sólo relevante para los movimientos trans e intersex, sino para todo el feminismo. En este sentido, la cuestión no es tan solo realizar una crítica en relación a los conceptos binarios del modelo sexo/género/orientación actualmente vigente, (hombre-mujer, femenino-masculino, hetero-homosexual), sino que se pretende revisar también otros modelos de pensamiento binario respecto a la edad (viejo-joven), clase social (pobre-rico), procedencia cultural, etc.

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Al hilo de esto, surge la necesidad de crear conceptos afirmativos para expresar la idea de “no binarismo”, desde la conciencia de que la negación refuerza el concepto que quiere cuestionar. En respuesta a dicha necesidad, surge la propuesta de hablar de un “creativismo” de género. Se debaten también otros c*nceptos como “humanismo”, “emancipación”, “resistencia”, “insumisión sexual”, “liberacionismo”, planteándose en qué medida cada uno de los conceptos siguen vigentes, se han desgastado o se pueden resignificar para el activismo.

Más allá de la importancia de una puesta en común sobre los conceptos, se plantea la prioridad de no permitir que las terminologías y la perspectiva eurocentrista nos cieguen. Consideramos que es preciso no perder de vista las realidades sociales, y abrirnos a la influencia de otros grupos y movimientos. La fuerza del activismo trans latinoamericano se señala como referente, y se destaca el interés de desarrollar los contactos ya existentes con proyectos en Latinoamérica, y del fomento de intercambio de ideas y experiencias.

Construcción de identidades y géneros:
Adentrándonos más en la cuestión de la construcción de la identidad de género, surge un debate sobre el grado de fluidez de las categorías identitarias dentro de los movimientos trans, queer, LGBT, los movimientos feministas, y finalmente, incluso dentro de nuestro propio grupo, en el que hay varias personas transgénero. La conclusión es que rechazamos la creación de una línea divisoria artificial que separe a las personas que se identifican como trans y las que no, puesto que esto representaría la creación de un nuevo binarismo, y también porque consideramos que esta postura no resultaría respetuosa con el carácter difuso de cada una de nuestras posiciones subjetivas.

También hemos hablado sobre otras líneas de divergencia aparte del género, que han de ser tenidas en cuenta, como por ejemplo la expresión de una sexualidad divergente en el espacio público. Sin embargo, por el momento, todavía no hemos profundizado sobre este tema.

Todo esto nos lleva a un debate de caráct*r filosófico sobre el concepto de “conjuntos difusos”. A diferencia de una lógica binaria, booleana, en la que sólo existe la posibilidad de un A y B, con límites netamente definidos, la lógica confusa que se podría representar a través de un espacio de puntos de mayor o menor aglomeración y posiciones cambiantes. La representación gráfica de esta gama de puntos lleva a la idea de utilizarla como logotipo del grupo.

Modelo 1: Lógica binaria

Modelo 2: Lógica difusa


Manteniéndonos en consonancia con el objetivo de no quedar atrapad*s en un entorno puramente teórico, intentamos llevar todo esto a la realidad. Nos interesamos por el rol social de las etiquetas, el cambio de un concepto ptolemaico a un concepto copernicano en el que se entendería el género como “conjunto difuso”, y la existencia de contextos culturales e idiomas que no utilizan un género binario. Las experiencias que algun*s participantes del grupo comparten con el resto hacen pensar que ya está apareciendo en la sociedad una relativización de los géneros en los ambientes juveniles actuales, por ejemplo entre l*s emos.

Despatologización:
La búsqueda de alternativas a un sistema binario nos lleva una y otra vez a referirnos al debate acerca de la despatologización de la trans e intersexualidad. Esto parece especialmente oportuno, casi inevitable, si tenemos en cuenta que se está realizando una reforma del DSM-IV y del CIE-10. Es, por tanto, el momento de hacer hincapié en este tipo de reivindicaciones.

A medida que hemos ido desarroll*ndo y publicando nuestras actividades, diferentes grupos y personas se han puesto en contacto con los Conjuntos Difusos, con interés de colaborar con nosotr*s. Uno de los grupos que nos han contactado es la Red Internacional de Despatologización Trans, que nos ha enviado información sobre la campaña “Stop Trans Pathologization 2012”, y ha propuesto que el grupo participe en ella. Esta campaña es una movilización internacional que se propone reivindicar la exclusión de la transexualidad del DSM-IV y CIE-10. Tod*s l*s participantes en el debate sobre la cuestión estamos de acuerdo en que la transexualidad no debe verse como enfermedad, sino que debe comprenderse como un derecho humano, en el sentido de una expresión libre de la propia personalidad. La despat*logización de la transexualidad, por tanto, no debería poner en peligro la demanda de una cobertura sanitaria de las intervenciones de reasignación.

La despatologización de la transexualidad y la mejora del protocolo clínico de atención a la persona transexual son dos cosas que para nosotros están profundamente ligadas. Resaltamos la necesidad de un cambio paradigmático de un régimen de autorización a un régimen de autonomía y consentimiento informado en el que *l/l* profesional tome el rol de acompañante de un proceso de información y decisión compartida.

También hemos recibido información sobre el Observatorio de Personas Trans Asesinadas, un proyecto internacional de Transgender Europe en el que participa un miembro del grupo, y que arroja unos datos sobrecogedores.

A partir de los videos de DO, “Test de la vida real”, surge una reflexión sobre la práctica actual de los test psicológicos y la atención sanitaria al proceso de reasignación. Hablamos de la necesidad de que los protocolos sanitarios cambien de un paradigma de autorización a un paradigma de autonomía, e identificamos la temática de despatologización/autonomía de decisión sobre el propio cuerpo como un subtema dentro de nuestra temática principal: la reflexión sobre alternativas al binarismo de género.

La reflexión sobre el no binarismo puede dar un sostén teórico a las diferentes temáticas concretas. Como otros posibles subtemas nombramos el lugar del deseo/erotismo/percepción como deseables de los cuerpos no binarios en un contexto social dualista, así como el rol de los códigos de vestimenta, especialmente de la ropa masculina, frente a la que pensamos en posibilidades de una vestimenta no binaria.

PROYECTOS PRÁCTICOS:

En relación a las Jornadas Estatales Feministas, nos planteamos las posibles resistencias que puede encontrar la propuesta de un pensamiento no binarista en los movimientos feministas actuales. Nos gustaría plantear la reflexión sobre alternativas al binarismo como un tema relevante no sólo para el movimiento trans e intersex, sino para el feminismo en general. A la vez, constatamos un alto grado de apertura e interés de los movimientos feministas en el estado español hacia la temática trans y la participación de las personas transexuales.

Una de las acciones del grupo va a ser ponerse en contacto con otros grupos afines, con los que poder trabajar en equipo, aunando esfuerzos y capital humano para presentar propuestas comunes. Para conseguir todo esto, la coordinación interna entre l*s distint*s grup*s colaborador*s tendrá un papel fundamental.

El apoyo que estamos recibiendo por parte de la Asamblea de Mujeres de Granada Mariana Pineda también es muy importante para nosotr*s. Tenemos la intención de reforzar los lazos de amistad y colaboración que ya unen a varias personas del grupo con esta asociación, e introducir a aquell*s que aún no son conocid*s.

A propósito del 28-J, surge la propuesta de redactar un manifiesto conjunto entre Conjuntos Difusos, la Asamblea de Mujeres y la Asociación de Identidad de Género y mandarlo a la prensa.

Acciones durante las jornadas:
A nivel de propuestas concretas, creemos que es conveniente dar preferencia a los formatos participativos, como espacios de debate o talleres. En este contexto nace la idea de creación del presente bl*g para colgar textos de interés, con el objetivo de abrir el debate a otros grupos interesados en la temática.

Principalmente nuestras actividades van a centrarse en diferentes tipos de actividades para introducir el tema de lo no binario:

• Espacios de debate, de carácter más teórico y narración de experiencias.
• Talleres, con dinámicas creativas / participativas.
• Performances.

Con el objetivo de reflexionar sobre la interrelación entre el tema del no binarismo y los otros temas planteados en las jornadas, nos proponemos insertar actividades relacionadas con la temática de conjuntos difusos en las cuatro áreas que se van a trabajar en dichas jornadas. Estas áreas son:

1.- Identidades como ficción. Devenires y luchas feministas.
2.- Sexualidades y cuerpos.
3.- Crisis, economía y derechos.
4.- Nuevas representaciones / Nuevos contextos.

Contamos con que l*s participantes de grupos amigos realizarán actividades relacionadas con sus campos de trabajo, aportando sus puntos de vista y reflexiones.

Colaboración “Acera de enfrente” / “Conjuntos difusos”:
El día 23 de julio se realizó una reunión entre personas del grupo y una representante del grupo Acera del Frente que nos transmite las propuestas de la Red Internacional de Despatologización Trans.

En la reunión, se aportan propuestas sobre tres puntos:
• Participación de Acera del Frente en las Jornadas Feministas.
• Convocatoria de movilización de la Red Internacional de Despatologización Trans en octubre 2009.
• Propuestas de reforma de los protocolos clínicos de la transexualidad.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Realidad no binaria, conjuntos difusos

Por Kim Pérez

Consigo de Wikipedia la información contenida en estos dos primeros párrafos: Los conjuntos difusos son un concepto de Lotfi A. Zadeh, publicado en 1965, que se refiere a realidades que se pueden agrupar sobre un criterio de más o menos y no de sí o no.

La lógica que se desarrolla a partir de este concepto es una lógica multivaluada, en la que hay muchos valores de verdad, mientras que la lógica que se desarrolla a partir del concepto binario de sí o no (o 1,0) es una lógica bivaluada.

No es que la primera sea verdadera y la segunda falsa. Es que la primera es aplicable para ciertas realidades y la segunda para otras.
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Por ejemplo, si clasificamos los paisajes que conocemos según su belleza o su fealdad, estaremos situándolos en conjuntos difusos de bellísimos, muy bellos, bellos, corrientes, feos, muy feos, feísimos. No es una operación mental puramente subjetiva ni especulativa: sobre ella se montan de hecho estrategias de viajes, desde los tiempos del Grand Tour de los ingleses, que tienen las consecuencias económicas que conocemos.

Por otra parte, toda la informática está fundada sobre un sistema binario de 1,0, o de lógica bivaluada, cuyos valores de sí o no resultan imprescindibles para conseguir los propósitos a los que responden los ordenadores.

El binarismo no es por tanto el uso de la lógica binaria, sino la pretensión de tratar binariamente realidades que no lo son ni lo pueden ser conceptualmente.

Pero la distinción entre binario y difuso no es binaria. Quiero decir que no hay sólo realidades binarias y realidades difusas. Hay realidades no binarias que no son difusas, y cuando se está en una práctica no binarista hace falta distinguir entre unas y otras. Es preciso tomar en consideración lo no binario, pero no difuso, y lo no binario y difuso como lo que son.

Partimos de que la lógica binaria aparece a nuestros ojos con un prestigio y una radicalidad que nos incita a querer que sea binario lo que no lo es. Queremos que haya una belleza (1) y una fealdad (0), un bien (1) y un mal (0), al que coherentemente se ha definido como “la falta de bien”, pero sabemos que en estas realidades existe verdaderamente una amplia zona de grisuras.

Lo mismo se puede decir de la pretensión de que sólo existan hombres y mujeres. Pero esta frase es binaria (1,0) si partimos de una definición rigurosa, por ejemplo basada sobre el sexo cromosómico: ¿Es persona XY? Entonces, contamos el valor sí; ¿no es persona XY? Entonces, contamos el valor no. También podemos hacer la misma operación con las personas XX.

Encontramos entonces la definición de hombre como no XX y la de mujer como no XY. Pero la frase que consideramos empieza diciendo “sólo”, es decir, que supone que “todos los humanos somos XX o XY”, lo que sabemos empíricamente que es falso, puesto que existen personas que no son XX ni XY. Por tanto, el sexo cromosómico no es una realidad binaria y empeñarse en que lo sea es binarista. Más adelante veremos que el sexo cromosómico, no siendo una realidad binaria, tampoco es difusa.

Lo mismo, o más, sucede si usamos otro criterio para definir hombre y mujer, por ejemplo, la forma de la región genital, en la que nos encontramos todas las variaciones de la intersexualidad en una proporción relativamente elevada, de alrededor de un 2% de los nacidos. La realidad es por tanto no binaria, y la negación de la realidad conduce por ejemplo a imponer reasignaciones quirúrgicas para ajustar a la persona intersexo a los dos únicos conjuntos supuestamente existentes.

En cambio, alcanzamos lo no binario o difuso cuando se trata del género como conducta, y se trata de definir lo masculino y lo femenino. Sabemos que esto, que a simple vista resulta inasible, se convierte en los sistemas binaristas necesariamente en un Código de Género autoritario, puesto que no corresponde a la realidad y sólo se puede imponer por miedo, que de hecho, y de manera no escrita, enumera cuidadosamente las profesiones, conductas, ropas, arreglos, gestos, posturas, maneras de hablar, etc. que se consideran masculinas o femeninas, e impone a quien lo contravenga penas que van desde la irrisión pública al destierro familiar, la pérdida de empleo, la cárcel o la de muerte, impuesta por linchamiento o crimen de odio, o por ley escrita.

Mientras que la estructura no binaria y no difusa, en el dominio somático, es cuestión de mayorías/minorías, en el terreno del género la estructura no binaria y difusa afecta a todas las personas, como una liberación de la falsedad, puesto que en un sistema binarista todas se ven obligadas a ceñirse a los preceptos del Código de Género binarista, unas convirtiéndose en opresores, incluso contra su voluntad, y otras en oprimidas, incluso aunque no lo sepan.

La cuestión del no binarismo de género no es por tanto cuestión de mayorías/minorías, sino de humanidad. Para convencerse, basta con retroceder con la ayuda del cine a una de las épocas más rigurosamente binaristas, la de los años cincuenta, y examinar cómo nos ajustaríamos personalmente a los dos modelos de vida extremados que se proponían con valor moral.

Puesto que la realidad sexual y de género no es binaria, cabe preguntarse por qué no forma un continuo indiferenciado, un más o menos infinitamente gradual, sino conjuntos o núcleos.

En parte es por razones objetivas, según el elemento definidor que usemos. Existen verdaderamente conjuntos de personas XY, o de personas XX, o de personas X0, o de personas XXY, etcétera. No hay un continuo de más o menos, sino de diferencias cualitativas. En este caso hay que hablar de una realidad que no es binaria, pero tampoco difusa.

La realidad difusa se encuentra cuando se puede definir por un más o menos, y esto es lo que ocurre precisamente con el género, en el que las conductas se pueden definir fácilmente con un más o menos masculinas o femeninas (hay un verdadero continuo que va de lo extremadamente masculino a lo extremadamente femenino) y hay una amplia zona más o menos indefinida entre los dos extremos.

En esta realidad es donde podemos preguntarnos por qué se forman conjuntos difusos y cuál es el mecanismo que los forma. Es decir, por qué no nos limitamos a pensar que soy más o menos masculina/femenina dentro de un solo conjunto en el que todos sus integrantes se definen lo mismo, en una serie infinitamente graduada y por tanto no significativa de diferencias cualitativas.

Aventuro como respuesta que es una cuestión en la que las diferencias cualitativas somáticas que hemos visto se doblan por formas de consciencia o identidades. Se trata de núcleos de consciencia que, por la misma naturaleza de la consciencia, se forman difusamente.

Por ejemplo, la cualidad XX se reviste de una multitud de formas de consciencia. Estas formas de consciencia, semejantes en muchas personas, forman el concepto difuso Mujer, que hay que distinguir de la cualidad XX. Efectivamente, hay personas XX cuya consciencia de sí o identidad se forma separándose del concepto Mujer por una gran diversaidad de razones e incluso hay personas XY que en cambio se integran en el concepto Mujer por otra gran cantidad de razones.

Por tanto, se observa que el concepto Mujer no tiene que ver con la biología, por lo que carecen de valor los reduccionismos biologistas a efectos de quién es Mujer y quién no; es un hecho de consciencia o de identidad, y como tal, es un hecho que forma un conjunto difuso, puesto que hay muchas personas que se definen identitariamente como mujeres, pero poco, etcétera.

Entonces es la consciencia o identidad la que define otros conceptos o conjuntos difusos. Puede haber un concepto de Intersexo en el que se agrupen quienes cualitativamente sean distintos cromosómica o fenotípicamente o incluso cerebralmente de la mayoría de las personas que se afirman como Hombres o como Mujeres. Puede haber un concepto de Transexual, en el que se integren quienes se identifiquen como Transexuales, y no como Hombres o Mujeres (aunque pueda haber otras personas en las mismas circunstancias que se identifiquen como Hombres o Mujeres). O puede no haber conceptos Intersexo o Transexual, y formarse otros, como el concepto Queer, que aglutina a las personas de otra manera, tan inclusivo potencialmente que cualquiera puede incorporarse a él como “raro”.

Etcétera. Estamos en el terreno de las identidades, de las formas de consciencia, que pueden apoyarse o no en determinadas cualidades somáticas, pero que son de por sí variables y fluidas, aunque forman esas agrupaciones circunstanciales a las que llamamos conjuntos difusos de género.

Y sin embargo, como formas de consciencia son capitales, por cuanto el ser humano se puede definir específicamente como una forma de consciencia. Sólo que es útil tener presente el carácter difuso y fluido de las formas de consciencia relacionadas con el género.

Construcción matemática del género

Por Pablo Vergara

Está generalmente aceptado que el sexo está compuesto por una serie de rasgos diferentes. Estos rasgos son los siguientes:

- Sexo biológico, que a su vez se descompone en:
1. Sexo genético.
2. Sexo gonadal.
3. Sexo genital.
4. Sexo hormonal.
5. Sexo fenotípico.

- Sexo psicosocial: depende a su vez de los siguientes factores:
6. Sexo social.
7. Sexo psíquico.

Los rasgos que se tienen en cuenta no son siempre los mismos. A veces el rasgo “sexo hormonal” desaparece de la lista, en otras ocasiones aparece también el rasgo “sexo legal”, o el sexo psicosocial aparece agrupado en un solo rasgo. La diferencia entre aplicar un criterio u otro, al menos en lo que a este texto concierne, es irrelevante.
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Construcción matemática tradicional del género. El álgebra de Boole


El género, visto de la manera tradicional, puede contemplarse como una variable lógica. Las variables lógicas son aquellas que tan sólo admiten dos valores: verdadero o falso, abierto o cerrado, 0 y 1, hombre y mujer.

Entonces ¿Cómo es posible que a algo que tiene 6 ó 7 factores lo englobemos tan solo en dos categorías? La explicación es que estamos utilizando la lógica booleana.

La lógica booleana permite trabajar con proposiciones sencillas, cuya respuesta sea sí/no. Según Boole, estas proposiciones pueden ser representadas mediante símbolos, y al hacer esto, podríamos trabajar con las variables intervinientes (entradas) y los resultados obtenidos (salidas).

Por ejemplo, podemos decidir que una persona será mujer u hombre cuando cuatro de los siete rasgos que manejamos coincidan. En caso de que hubiesen rasgos intermedios (por ejemplo, personas intersexuales), se decidirá sopesando de la misma forma los subrasgos hasta obtener un valor u otro.

Los resultados se podrían expresar más o menos así:

1111111 1 -> Mujer típica.
0000000 0 -> Hombre típico.
1111110 1 -> A pesar de que la persona se considera hombre, todos los demás rasgos son femeninos, así que es mujer.
0000001 0 -> Caso contrario al anterior.
1000000 0 -> Intersexualidad.
0001101 0 -> Intersexualidad con una autopercepción de uno mismo contraria a la asignada…

Y muchas más combinaciones.

El sistema tiene una gran ventaja: da respuesta a todo tipo de combinaciones, todo el mundo tiene cabida. Pero tiene tres desventajas

1) Es posible que se asigne a una persona al conjunto que no desea. Es decir, el sexo asignado no concuerda con el sexo psicológico o psicosocial. En estos casos, la respuesta que el sistema proporciona viene a ser: confórmate con lo que se te ha dado. No parece una solución muy justa, pero no hay otra.

2) La lógica funciona en un solo sentido. Es posible deducir una salida a partir de varias entradas, pero no es posible deducir cuales eran las entradas a partir de la salida. Por eso se presupone que la persona que finalmente ha sido asignada como 1, tiene 1 en todos los rasgos que configuran el género porque esto es lo normal. Cuando se descubre que esto no ocurre, la respuesta del sistema es: actuemos como si ocurriese. No existen herramientas para actuar de otra forma.

3) No existe consenso para definir como interpretar las entradas. De modo que, a iguales entradas, tendremos una salida distinta. Por ejemplo, algunas personas pueden opinar que el resultado se identifica con el factor “sexo genético” únicamente, de la siguiente forma:

1000000 1
1011111 1
1101111 1

…y así sucesivamente.

Sin embargo otras opinarán que el resultado se identifica únicamente con el factor “sexo psicológico”, de la siguiente forma:

1000000 0
1011111 1
1101111 1

Etc…

Ni siquiera el propio sistema tiene una respuesta ante este hecho, y por eso, constantemente se generan debates sobre lo que es una mujer, lo que es un hombre, y las diferencias entre ambos. Esto, que parece tan claro y obvio para todos, al final está profundamente ligado a la lógica que cada cual aplica sobre los mismos valores, y que en ningún modo constituye una lógica universal.

Construcción del género utilizando el modelo de los conjuntos difusos

El modelo matemático de conjuntos difusos se emplea a la hora de categorizar variables lingüísticas a las que no se puede aplicar un valor absoluto. Por ejemplo “poco”, “mucho”, “alto” o “bajo” son conceptos a los que no se les puede dar un valor absoluto. Un hombre que mida 1’80 cm se considerará “alto”, pero si se hace una foto rodeado por los jugadores de la selección española de baloncesto, resultará “bajo”.

Los conjuntos difusos presentan una gran novedad respecto a los conjuntos tradicionales. Mientras que todos los elementos de un conjunto tradicional pertenecen a dicho conjunto en la misma medida, los elementos del conjunto difuso pertenecen al mismo en distintas medidas. Es más, puede darse el caso de que un elemento pertenezca y no pertenezca al conjunto en la misma medida.

Esto implica que si, cuando nos referimos a conjuntos tradicionales, una variable se comporta siempre como una variable “lógica”, puesto que solo puede pertenecer o no pertenecer al conjunto, en conjuntos difusos la lógica booleana deja de tener validez. En su lugar se aplicará la lógica difusa.

¿Cómo es posible que algo pertenezca y no pertenezca a un grupo al mismo tiempo? Siguiendo a Peña, imaginemos que un amigo nos invita a cenar. Normalmente, aceptaremos o rechazaremos la invitación, pero también podemos aceptar y rechazarla al mismo tiempo. Para ello, en lugar de tomar la invitación como un todo, la desglosaremos en los diferentes actos que la componen. Estos actos suelen incluir el desplazamiento hasta la casa de nuestros amigos, entrar, saludarlos, darles una botella de vino o un postre que hemos llevado, porque somos gente educada, sentarnos, comer, y luego charlar un rato y quizá beber una copa.

Pero si en lugar de hacer esto llegamos, nos quedamos de pie, picoteamos un poco y nos marchamos rápidamente. ¿Hemos cenado o no hemos cenado con nuestros amigos? No se podría decir que no hemos ido a cenar, aunque realmente, tampoco es que hayamos cenado. Hemos aceptado y rechazado la invitación al mismo tiempo.

Al hilo de esto, se me ocurre que se trataría de un comportamiento un tanto extraño y desagradable, que podría llevar a que nuestros amigos no nos vuelvan a invitar a cenar, y no creo que se quedaran muy contentos si como explicación les dijésemos que “pertenecemos y no pertenecemos al conjunto difuso de gente que va a cenar con sus amigos”.

Por otra parte, este comportamiento no sería tan extraño y desagradable si, ante la invitación de mis amigos digo que sí, que voy a cenar, pero me quedaré poco tiempo, porque al día siguiente tengo que madrugar, e incluso les propongo que en vez de una cena formal preparen solo algo de picoteo. En ese caso, se podría afirmar que acepté la invitación.

O, por el contrario, les digo que no puedo ir a cenar, porque al día siguiente tengo que madrugar, pero que pasaré igualmente a verlos. Ellos, amablemente, preparan algo de picoteo. Todo el mundo estaría de acuerdo en que no cené allí, y por tanto, no acepté la invitación.

Parece que, cuando nos referimos a conceptos difusos, la pertenencia o no de una variable a un conjunto depende en gran medida de la intencionalidad.

Llevando todo esto al campo de la construcción del género, ya se ha visto anteriormente que el género está compuesto por varios rasgos o factores. Al igual que una persona puede aceptar y no aceptar una invitación a cenar en función de cómo se cumplan y valoren los diversos factores que conlleva el acto de ir a cenar, podrán haber personas que pertenezcan y no pertenezcan a un género, en función de cómo se cumplan o no se cumplan los diversos rasgos constitutivos del género.

Hay un último detalle que resolver y es el de la función a la que responderá la inclusión de un elemento en uno u otro conjunto difuso, y su pertenencia a este en mayor o menor medida. Al igual que mi inclusión o no dentro del grupo de “personas que aceptan las invitaciones a cenar en casa de sus amigos” depende de mi intención, es decir, de mi voluntad, la inclusión de una persona dentro de un conjunto de género, y en mayor o menor medida, debería ir en función de su propia voluntad.

O, lo que es lo mismo, una persona cuyo sexo genético, gonadal, genital, hormonal y fenotípico fuesen, por ejemplo, masculinos, pero cuyo sexo psíquico fuese femenino, debería incluirse dentro del conjunto de género femenino de manera automática. Su sexo social dependería de en qué medida esa persona deseara pertenecer al conjunto de género femenino: un poco, medianamente, mucho, por completo… Al igual que podrían haber personas que decidiesen que pertenecen y no pertenecen a ninguno de los dos grupos, a ambos a la vez, que fluctuasen en función de su apetencia en cada momento, o que decidiesen incluso crear conjuntos nuevos y no imaginados todavía.

Panorama del no-binarismo

Por Kim Pérez

¿Cómo es la sociedad que se puede entrever creada sobre la base conceptual del no-binarismo de los conjuntos difusos de género?

Una sociedad muy abierta y con una gran variedad y fluencia de manifestaciones de género. Para poner el punto de la nueva ética de género, se puede aceptar que los dos mayores conjuntos difusos serán los de quienes se identifiquen como +/- hombres y como +/- mujeres, como +/- masculinos y +/- femeninas. Pero la nueva cultura tendría siempre presente que en todos los conjuntos difusos hay un +/- y una ausencia de límites definidos.

Ciertos hechos patentizarían en esos conjuntos difusos la realidad de la aceptación del no-binarismo: la presencia entre los +/- varones y +/- mujeres de personas que no serían biohombres ni biomujeres, sino hombres trans, mujeres trans y también intersexos que se reconocerían a sí mismos dentro de esos conjuntos de género; todo ello no clandestino, sino explícito; y la presencia, junto a esos conjuntos difusos, de otros definidos diferentemente por quienes prefiriesen adscribirse a ellos: el conjunto difuso de las personas +/- intersexuales (que quieren permanecer en su intersexualidad), de las +/- transexuales (que quieren transitar más o menos y ser reconocidas como personas en tránsito), de las +/- asexuales (que quieren eludir cualquier referencia al sistema sexogénero), de las +/- rompegéneros (provocadoras), de las +/- drags (kings y queens; estilizadoras e hipervisibilizadoras del género) , de las +/- cibergenéricas (integradoras de las nuevas tecnologías en la definición personal) y cualquier otro concebible.
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Curiosamente, todo ello existe en nuestra sociedad actual, que sin embargo tiene dificultades para reconocerlo, por su binarismo básico. Todavía intersexos y transexuales recibimos como mucho la reasignación en uno de los dos sexos legales, no el reconocimiento normal y pleno de nuestra singularidad. No es ajeno a este problema que las mismas personas intersexuales, transexuales, etcétera, estemos impregnadas de la cultura binarista, y si pensamos en normalizarnos, pensamos en incorporarnos al sistema binario. Precisaré que no se trata de multiplicar los sexos legales (que incluso dejarán de mencionarse pronto en el estado civil) sino de multiplicar las formas de expresión del género, como forma cultural asociada al sexo y la sexualidad.

Desde el momento en que la realidad social se concibe como no compuesta por dos conjuntos cerrados de sexo, sino por diversos conjuntos de género, abiertos y fluidos, éstos de hecho funcionarán en régimen de alianzas libres y variables, y el Estado democrático deberá regular las relaciones entre todos ellos en términos de libertad e igualdad.

En cuanto al régimen de alianzas, la concepción binarista no las permite en el interior del sistema de sexogénero. Al entender que hay sólo dos sexos, dos géneros, instaura una posibilidad de confrontación entre ambos. Dos, o conviven o luchan (o se equilibran o se desequilibran). Tres, o más de tres, inauguran nuevas formas de convivencia que pueden incluir la alianza circunstancial y variable frente a uno indeterminado, pero también la alianza de todos frente a un enemigo exterior (por ejemplo, el neobinarismo fascista o integrista).

Las dimensiones que pueden alcanzar los nuevos conjuntos difusos son impredecibles. De momento, parecen muy minoritarios, pero es que seguimos viviendo en régimen de represión, marginación y pauperización. ¿Cuáles son las dimensiones del armario, como efecto del miedo?

¿Qué puede ocurrir cuando el conjunto social acepte gradualmente la existencia en libertad, igualdad y garantía de todos estos otros conjuntos difusos de género? ¿Qué proporción de personas se expresarían más o menos siguiendo sus líneas cuando sea verdaderamente libre hacerlo?

Suprimido el sexo como dato del estado civil, hecho inminente en el que hay consenso incluso de los juristas conservadores, puesto que ya no es fuente de diferencia de derechos alguna, quedan las expresiones simbólicas en forma de arreglo, ropas, nombre, trato, con una variedad y creatividad análoga a la de las tribus urbanas, todo ello unido a formas de acceso no binario a los aseos públicos y régimen de hospitalización y encarcelamiento, que ya se están experimentando, con la ayuda deseable del sentido común.

La expresión de género dentro de cualquiera de esos conjuntos difusos deberá ser libre y permanecer libre. Las relaciones entre las personas identificadas con ellos deben permanecer libres. Si alguien del conjunto de los +/- hombres entendiere su relación con una +/- mujer en términos de dominación de género, atacaría a las reglas de convivencia del conjunto de la sociedad, en la que no puede haber dominación que impida la libertad.

Esto significa que el conjunto difuso de los +/- hombres puede cultivar un género difusamente masculino y el conjunto de las +/- mujeres puede cultivar un género difusamente femenino. Algunos pueden seguir incluso una forma de expresión conservadora. Pero si el binarismo está roto, estas formas son realmente distintas, pues se entienden en un conjunto no-binarista. La concepción no dualista implica que no se ven como opciones únicas y obligatorias, sino como voluntarias, como expresión de preferencias personales con alternativas abiertas a la experimentación personal.

Esta sociedad profundamente diversa, en la que las expresiones de género se crean y se recrean continuamente, que las acepta como formas de la creatividad y la adaptabilidad humanas, presenta junto a las formas más conservadoras las más innovadoras, todas en un conjunto gobernado por reglas comunes de respeto mutuo democrático. Esta variabilidad debe ser considerada como uno de sus valores; es un bien biológico y es un bien social.

Estas propuestas configuran ciertamente un liberacionismo de género, que empieza históricamente por el feminismo pero lo supera al integrar a otros movimientos liberacionistas. Sin embargo, paradójicamente, al superarlo, pone al feminismo frente a su auténtica naturaleza. El feminismo aparece como el liberacionismo de género realizado por las mujeres con su fuerza demográfica y su conciencia de conjunto. No ha sido un simple corporativismo o sindicalismo de mujeres, dedicado a tirar de la manta de las propias conveniencias, sino que se ha planteado un futuro mejor para los dos conjuntos que concebía, tanto para las mujeres como para los hombres. Su verdadera fuerza histórica ha sido plantearse como un no sexismo, como un liberacionismo de las opresiones de género tanto para las oprimidas como para los opresores, crear un mundo en el que los humanos, las relaciones humanas, se vean libres de la opresión de género.

Pero el feminismo futuro es el feminismo integrado en el liberacionismo de género más general, no binarista, al descubrirse que la opresión de género incluye la opresión de la multiplicidad de las expresiones de género.

Está claro que, por tanto, y en general, deberá superar la herencia binarista en la que se ha visto envuelto como toda nuestra cultura, salvo excepciones clarividentes. Cualquier binarismo feminista, como el del feminismo de la diferencia, estalla literalmente con estas propuestas. Se trata de diferencias, pero ya no es la diferencia entre dos, sino la diferencia entre tres, cuatro, cinco, seis, siete…., una cantidad indefinida, tendencialmente infinita, “cada persona, un género”, es decir, un modo cultural de administrar su sexo y su sexualidad.

Como en otros hechos que hemos considerado, este estallido ya se ha producido, concretamente con la Teoría Queer, y su posible prolongación en el sentido de que “todos somos queer”, correlato lógico de “cada persona, un género”.

Pero también estas propuestas superan el feminismo de la igualdad, que parte del supuesto de una estructura dialéctica del género, dual por tanto como base, que tendería a una abolición del género, al mostrar que este esquema binarista es una estilización, y que en la realidad material existe una pluralidad de sexos, realmente más de dos, de sexualidades y de expresiones culturales de género, lo que deshace los esquemas dialécticos. Sin embargo, son afines al feminismo de la igualdad en cuanto que son liberacionistas, aunque no “del” género (superándolo) sino “de los” géneros (expresándolos en régimen de igualdad de derechos).

El nuevo feminismo practicará conscientemente alianzas con los conjuntos difusos emergentes y hasta, eventualmente, con el conjunto difuso de los hombres, o con partes significativas del mismo. Se trata de nuevo solamente de tomar conciencia de la dimensión de una práctica que en España se remonta a la alianza con el movimiento gaylésbico (por tanto con una parte del conjunto de los varones) y con el movimiento transexual, datada en 1993.

El sistema de alianzas ya está vivo, por consiguiente, y la única diferencia con la situación actual es que los conjuntos aliados ya no se entenderán como relativamente marginales ante el activismo feminista, sino como conjuntos en un plano de igualdad y como una alianza estratégica.

En el conjunto de la vida de la polis, esta propuesta se inserta dentro de la tradición libertaria, como manifiestamente individualista, concibiéndose las relaciones humanas como un sistema de alianzas libres entre conjuntos libres de personas libres, autónomas y que se autodeterminan. No está muy lejos por tanto del federalismo ácrata fundado a su vez en la razón y en el respeto a la subjetividad autónoma, y por tanto, en Kant. El cooperativismo no le es ajeno, ni el principio de subsidiaridad. El no binarismo muestra en la práctica contemporánea una considerable fuerza de transformación de todas las relaciones sociales y de la autocomprensión humana.