La noción milenaria del binarismo de género, que es claramente ideológica y no corresponde a la realidad objetiva, debe sustituirse por un no-binarismo realista, que puede expresarse como conjuntos difusos de género, formados por afirmaciones personales de identidades difusas. Una identidad difusa no se define por un sí o no, sino por un más o menos, desarrollado según una lógica informal o difusa.
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miércoles, 30 de septiembre de 2009

Una nueva sugerencia de lectura...

Gracia Trujillo Barbardillo: Del sujeto político la Mujer a la agencia de las (otras) mujeres: el impacto de la crítica queer en el feminismo del Estado español.
http://www.ucm.es/BUCM/revistas/cps/11308001/articulos/POSO0909130161A.PDF

martes, 15 de septiembre de 2009

Estatuto epistemológico del binarismo y no binarismo sexual

Por Kim Pérez

Estamos usando intuitivamente las palabras binarismo y no-binarismo, refiriéndolas al sistema sexo/sexualidad/género, y debemos llegar a usarlas de manera racional.

En cualquier discusión, es conveniente comenzar poniéndose de acuerdo en las definiciones y de esto se trata.

Sabemos que nos referimos a algo dividido conceptualmente en dos y a la convicción de que tal división en dos es incorrecta.

Lo binario es una forma de representación matemática que usa un sistema de numeración 1,0, que también corresponde a un organigrama “sí, no”, o a un concepto de “presencia, ausencia” de una cualidad determinada.

Estos sistemas binarios se han mostrado utilísimos para la informática, hasta el punto de que con ellos se pueden codificar universos enteros (véase la película “Matrix”).

Por tanto, lo binario es una dimensión de la representación lógica/matemática de la realidad que merece todo respeto. Decir que somos antibinaristas en este sentido equivaldría a decir que estamos en contra del sistema métrico decimal.

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Yendo a la realidad física, nos encontramos con estructuras duales que no son sin embargo binarias, sino que forman pares de elementos que se requieren el uno al otro, en los que existen a la vez A y B, y sólo A y B (y no A y 0, o 1,0)

La más fundamental es la de los polos electromagnéticos, positivo y negativo. No es binaria porque no se puede describir como “presencia, ausencia”. No es que el polo negativo se pueda definir como “ausencia del positivo”. Al contrario, es que el campo electromagnético está formado a la vez por la presencia de esos dos polos. La presencia de uno de los polos, no presupone la ausencia del otro, sino su presencia. Y no es posible separarlos. Si se parte en dos un cuerpo magnético, sólo se consiguen otros dos campos polarizados.

¡Y nada más que por ellos! No hay tercera polaridad, ni formas intermedias entre las polaridades.

Esto se puede expresar diciendo que lo binario no es lo dual. Lo binario es un sistema matemático, el juego entre presencia y ausencia, 1,0, muy apropiado para la representación de la realidad, y que corresponde a algunas realidades físicas, pero no a todas, y lo dual es otra determinada estructura de algunas realidades físicas, no de todas.

Por ejemplo, es binario el juego Luz/Oscuridad, que corresponde a una presencia/ausencia, y que es por cierto la base del funcionamiento físico de los ordenadores (electricidad/no electricidad, 1,0).

En cambio no es binaria, sino dual la estructura Polo Norte/Polo Sur, y los dos Hemisferios correspondientes, puesto que se basa en el campo magnético de la Tierra.

También podemos considerar realmente dual la estructura espacial izquierda/derecha, que divide algunas partículas en levógiras/dextrógiras o determina la simetría bilateral de muchos seres vivos.

Es verdad que la estructura binaria Luz/Oscuridad tiene un efecto muy considerable en nuestra vida, pues es la base de la experiencia Día/Noche, tan fundamental para nuestra supervivencia, que ha dado lugar metafóricamente a la evaluación Bien/Mal.

Quizá debido a esto, al valor de adaptación trascendental, que experimentamos cada noche desde que somos pequeños, con los terrores nocturnos, nuestra mente tiende a funcionar con criterios binarios y, por confusión, duales, convirtiendo toda la realidad en sistemas de pares, e integrando en nuestros pares representacionales lo que es y lo que no lo es.

Formamos estos pares para representarnos la realidad social (Ricos y Pobres) omitiendo a las Clases Medias, o no considerándolas a efectos teóricos (Burguesía/Proletariado).

Es como si cualquier consideración de lo intermedio perdiese fuerza estética. O como si valorásemos la economía de dicción que supone hablar sólo de dos (“Ricos y Pobres”) y no de tres (“Ricos, Pobres y ¿cuál es la palabra?”).

Esta economía nos lleva, en la política contemporánea, a hablar de Izquierdas/Derechas, omitiendo el Centro, aunque sea determinante para las unas y para las otras.

Y en el fondo, es una estética o una economía similar lo que nos lleva a definir los sexos (Macho y Hembra) o los géneros (Masculino y Femenino), fundándonos en las grandes mayorías estadísticas, pero omitiendo que sabemos que hay personas extrasexuales o extragenéricas

La realidad, fuera de nuestras representaciones, es compleja. Existen estructuras binarias, estructuras duales y estructuras ni binarias ni duales.

En la materia, no sólo existen los protones, con carga positiva, y los electrones, con negativa, sino los neutrones y los neutrinos, sin carga. Y las mismas partículas que se definen por su posición recíproca, en el núcleo u orbitándolo, pueden tener las cargas invertidas (antimateria).

La realidad biológica parte de seres asexuados, que se reproducen por mitosis o mera división celular, pasando todo su ADN de una generación a otra, y llega a la formación de seres que puedan aportar partes de sus ADNs para formar la siguiente generación.

Pero en cada generación, puede haber seres habilitados para aportar sus ADNs y seres no habilitados para ello sino para otras funciones, como en el caso de las abejas y las hormigas, de las que la inmensa mayoría de la población pertenece a esta tercera categoría.

En otras especies, como la humana, la gran mayoría puede aportar sus ADNs pero hay una considerable proporción de seres que no pueden aportarlos y que, de acuerdo con el esquema anterior, deben ser considerados como variantes biológicas y no como hombres o mujeres deficientes. No hay sólo, por ejemplo, personas XX y personas XY, sino personas X0, XXY, etcétera.

Entre los hipocampos o caballitos de mar es conocido que, una vez producida la fecundación en el cuerpo de la hembra, ésta transfiere los zigotos con una verga al cuerpo del macho, al que corresponde la incubación y el parto.

No hay nada metafísico, por tanto, en la distinción Hombre/Mujer, nada que corresponda a una especie de división de la naturaleza entre arquetipos de Masculinidad y Feminidad, sino una mera división funcional que no excluye otras funciones, y hasta variaciones no funcionales, todo lo cual se filtra y bracea en la historia biológica con resultados adaptativos.

Cuando simplemente constatamos con llaneza que junto a los niños y las niñas nacen otras criaturas distintas, y que esto es natural, puesto que es la naturaleza quien lo hace, estamos empezando a liberarnos de una representación simplista que no nos dejaba ver nada más que a los dos grupos primeros y empeñarnos en subsumir al tercero en los dos mayoritarios.

El sistema sexual no es binario, en primer lugar, porque Macho no es no-Hembra, ni viceversa. Ontogénicamente, se puede decir que Macho es Hembra+Andrógenos (simplificando). Como el flujo individual de andrógenos en hembras y machos es diferencial, se puede hablar legítimamente de diversos grados de masculinización en cada individuo, hembra o macho.

Ni siquiera Macho y Hembra son duales, es decir, dos aspectos de una sola realidad, lo mismo que el polo positivo y el negativo (llamados así porque se ha querido llamarlos así, no porque cada uno suponga ausencia del otro) son partes inseparables y siempre presentes a la vez en el campo electromagnético.

Biológicamente, Macho y Hembra son dos funciones relacionadas con la aportación de ADN para formar nuevos seres, que además incluyen muchas variaciones de unas especies a otras, como la inversión del sexo en algunas de ellas y en determinadas ocasiones.

Llegamos entonces a la conclusión de que el binarismo es la tendencia a dividir toda la realidad en dos formas contrapuestas, corresponda o no esta división a las estructuras de la realidad.

Se trata por tanto de una representación no justificada racionalmente del todo, aunque contenga razonamientos fragmentarios y otras nociones impulsadas por distintos factores emocionales, insuficientemente analizados.

En resumen, es lo que se llama una ideología, o racionalización, diferenciando estos conceptos del verdadero estudio racional.

Como ideología no correspondiente a la realidad, el binarismo produce distintos efectos nocivos, como el maniqueísmo Bien/Mal o la distinción radical entre Macho/Hembra o Masculino/Femenino.

Se puede decir que su nocividad consiste en que impone fisuras tajantes donde no las hay, sino más bien un continuo entre las distintas formaciones.

El binarismo intenta representar las realidades no-binarias mediante formas binarias o duales, sin distinguir tampoco entre unas y otras. Estas formas (1,0 y A, B) están caracterizadas sin embargo por ser excluyentes de otros elementos, por lo que el binarismo no consigue dar cuenta de las realidades difusas.

Emplea una lógica booleana o excluyente, apropiada para una parte de la realidad, pero no sabe usar una lógica difusa ni informal, apropiada para otra gran parte de la realidad.

La razón por la que empleamos adecuadamente en nuestra posición la palabra binarismo es porque contiene el sufijo –ismo, muchas veces empleado para designar escuelas, estilos o ideologías, es decir, sistemas de representaciones artísticas, o políticas, más o menos voluntaristas e insuficientemente justificadas racionalmente.

En cambio, cuando nos planteamos fundar un conocimiento en la mayor racionalidad que nos sea posible, solemos usar el sufijo –logía (aunque no siempre: Astrología frente a Astronomía)

Por eso, el uso de la expresión no-binarismo también es correcto, porque no pretende ser ninguna construcción ideológica, como lo expresa la partícula “no”.

Niega en cambio una ideología, como una tachadura lógica, y es la pretensión de acercarse a la realidad, percibiéndola, describiéndola y ordenándola racionalmente.

Esta visión teórica es distinta de cualquier política, excepto de la reclamación del derecho a existir.

El no-binarismo sexual constata que el binarismo ha afectado hasta ahora a los conceptos de intersexualidad (viéndola como inter, no como extra), transexualidad (trans, o paso de A a B, sin pensar en AB ni en C ni en D) e incluso al feminismo (los objetivos de liberación de la opresión de género y en particular, de las imposiciones de género, no requieren una polarización dualista Varón/Mujer; también hay opresiones e imposiciones de género Varón heterosexual/Varón homosexual)

Sin embargo, el no-binarismo yerraría si pretendiera crear una política precisamente no-binarista, como una contradicción en los términos. Su expresión debe centrarse en el terreno de la Sexología, y criticarla y corregirla racionalmente donde sea menester, a la vez que espera que el tránsito de la Teoría a la Praxis genere ahora nuevas políticas intersexuales (o extrasexuales), transexuales (o extragenéricas) y feministas (o no-sexistas)

De la misma manera, existe una Ecología y muchos ecologismos. La transición de la Teoría a la Praxis es inmensamente compleja, admite matizaciones “usque ad infinitum”, diversas prioridades y voluntarismos no siempre racionalizables, muchas veces intuitivos, en los que se ven otros campos de la realidad.

El no-binarismo sexual, como método que puede usar la Sexología, generando en ella un giro copernicano, sólo debe pretender señalar hechos y justificarlos racionalmente, para que la praxis no-binarista los tenga en cuenta y cree formas actualmente no existentes.

Nuevas lecturas...

Elena Casado Aparicio (2003). La emergencia del género y su resignificación en tiempos de lo post.
http://revistas.ucm.es/cps/15784576/articulos/FOIN0303110041A.PDF