La noción milenaria del binarismo de género, que es claramente ideológica y no corresponde a la realidad objetiva, debe sustituirse por un no-binarismo realista, que puede expresarse como conjuntos difusos de género, formados por afirmaciones personales de identidades difusas. Una identidad difusa no se define por un sí o no, sino por un más o menos, desarrollado según una lógica informal o difusa.
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miércoles, 5 de agosto de 2009

Panorama del no-binarismo

Por Kim Pérez

¿Cómo es la sociedad que se puede entrever creada sobre la base conceptual del no-binarismo de los conjuntos difusos de género?

Una sociedad muy abierta y con una gran variedad y fluencia de manifestaciones de género. Para poner el punto de la nueva ética de género, se puede aceptar que los dos mayores conjuntos difusos serán los de quienes se identifiquen como +/- hombres y como +/- mujeres, como +/- masculinos y +/- femeninas. Pero la nueva cultura tendría siempre presente que en todos los conjuntos difusos hay un +/- y una ausencia de límites definidos.

Ciertos hechos patentizarían en esos conjuntos difusos la realidad de la aceptación del no-binarismo: la presencia entre los +/- varones y +/- mujeres de personas que no serían biohombres ni biomujeres, sino hombres trans, mujeres trans y también intersexos que se reconocerían a sí mismos dentro de esos conjuntos de género; todo ello no clandestino, sino explícito; y la presencia, junto a esos conjuntos difusos, de otros definidos diferentemente por quienes prefiriesen adscribirse a ellos: el conjunto difuso de las personas +/- intersexuales (que quieren permanecer en su intersexualidad), de las +/- transexuales (que quieren transitar más o menos y ser reconocidas como personas en tránsito), de las +/- asexuales (que quieren eludir cualquier referencia al sistema sexogénero), de las +/- rompegéneros (provocadoras), de las +/- drags (kings y queens; estilizadoras e hipervisibilizadoras del género) , de las +/- cibergenéricas (integradoras de las nuevas tecnologías en la definición personal) y cualquier otro concebible.
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Curiosamente, todo ello existe en nuestra sociedad actual, que sin embargo tiene dificultades para reconocerlo, por su binarismo básico. Todavía intersexos y transexuales recibimos como mucho la reasignación en uno de los dos sexos legales, no el reconocimiento normal y pleno de nuestra singularidad. No es ajeno a este problema que las mismas personas intersexuales, transexuales, etcétera, estemos impregnadas de la cultura binarista, y si pensamos en normalizarnos, pensamos en incorporarnos al sistema binario. Precisaré que no se trata de multiplicar los sexos legales (que incluso dejarán de mencionarse pronto en el estado civil) sino de multiplicar las formas de expresión del género, como forma cultural asociada al sexo y la sexualidad.

Desde el momento en que la realidad social se concibe como no compuesta por dos conjuntos cerrados de sexo, sino por diversos conjuntos de género, abiertos y fluidos, éstos de hecho funcionarán en régimen de alianzas libres y variables, y el Estado democrático deberá regular las relaciones entre todos ellos en términos de libertad e igualdad.

En cuanto al régimen de alianzas, la concepción binarista no las permite en el interior del sistema de sexogénero. Al entender que hay sólo dos sexos, dos géneros, instaura una posibilidad de confrontación entre ambos. Dos, o conviven o luchan (o se equilibran o se desequilibran). Tres, o más de tres, inauguran nuevas formas de convivencia que pueden incluir la alianza circunstancial y variable frente a uno indeterminado, pero también la alianza de todos frente a un enemigo exterior (por ejemplo, el neobinarismo fascista o integrista).

Las dimensiones que pueden alcanzar los nuevos conjuntos difusos son impredecibles. De momento, parecen muy minoritarios, pero es que seguimos viviendo en régimen de represión, marginación y pauperización. ¿Cuáles son las dimensiones del armario, como efecto del miedo?

¿Qué puede ocurrir cuando el conjunto social acepte gradualmente la existencia en libertad, igualdad y garantía de todos estos otros conjuntos difusos de género? ¿Qué proporción de personas se expresarían más o menos siguiendo sus líneas cuando sea verdaderamente libre hacerlo?

Suprimido el sexo como dato del estado civil, hecho inminente en el que hay consenso incluso de los juristas conservadores, puesto que ya no es fuente de diferencia de derechos alguna, quedan las expresiones simbólicas en forma de arreglo, ropas, nombre, trato, con una variedad y creatividad análoga a la de las tribus urbanas, todo ello unido a formas de acceso no binario a los aseos públicos y régimen de hospitalización y encarcelamiento, que ya se están experimentando, con la ayuda deseable del sentido común.

La expresión de género dentro de cualquiera de esos conjuntos difusos deberá ser libre y permanecer libre. Las relaciones entre las personas identificadas con ellos deben permanecer libres. Si alguien del conjunto de los +/- hombres entendiere su relación con una +/- mujer en términos de dominación de género, atacaría a las reglas de convivencia del conjunto de la sociedad, en la que no puede haber dominación que impida la libertad.

Esto significa que el conjunto difuso de los +/- hombres puede cultivar un género difusamente masculino y el conjunto de las +/- mujeres puede cultivar un género difusamente femenino. Algunos pueden seguir incluso una forma de expresión conservadora. Pero si el binarismo está roto, estas formas son realmente distintas, pues se entienden en un conjunto no-binarista. La concepción no dualista implica que no se ven como opciones únicas y obligatorias, sino como voluntarias, como expresión de preferencias personales con alternativas abiertas a la experimentación personal.

Esta sociedad profundamente diversa, en la que las expresiones de género se crean y se recrean continuamente, que las acepta como formas de la creatividad y la adaptabilidad humanas, presenta junto a las formas más conservadoras las más innovadoras, todas en un conjunto gobernado por reglas comunes de respeto mutuo democrático. Esta variabilidad debe ser considerada como uno de sus valores; es un bien biológico y es un bien social.

Estas propuestas configuran ciertamente un liberacionismo de género, que empieza históricamente por el feminismo pero lo supera al integrar a otros movimientos liberacionistas. Sin embargo, paradójicamente, al superarlo, pone al feminismo frente a su auténtica naturaleza. El feminismo aparece como el liberacionismo de género realizado por las mujeres con su fuerza demográfica y su conciencia de conjunto. No ha sido un simple corporativismo o sindicalismo de mujeres, dedicado a tirar de la manta de las propias conveniencias, sino que se ha planteado un futuro mejor para los dos conjuntos que concebía, tanto para las mujeres como para los hombres. Su verdadera fuerza histórica ha sido plantearse como un no sexismo, como un liberacionismo de las opresiones de género tanto para las oprimidas como para los opresores, crear un mundo en el que los humanos, las relaciones humanas, se vean libres de la opresión de género.

Pero el feminismo futuro es el feminismo integrado en el liberacionismo de género más general, no binarista, al descubrirse que la opresión de género incluye la opresión de la multiplicidad de las expresiones de género.

Está claro que, por tanto, y en general, deberá superar la herencia binarista en la que se ha visto envuelto como toda nuestra cultura, salvo excepciones clarividentes. Cualquier binarismo feminista, como el del feminismo de la diferencia, estalla literalmente con estas propuestas. Se trata de diferencias, pero ya no es la diferencia entre dos, sino la diferencia entre tres, cuatro, cinco, seis, siete…., una cantidad indefinida, tendencialmente infinita, “cada persona, un género”, es decir, un modo cultural de administrar su sexo y su sexualidad.

Como en otros hechos que hemos considerado, este estallido ya se ha producido, concretamente con la Teoría Queer, y su posible prolongación en el sentido de que “todos somos queer”, correlato lógico de “cada persona, un género”.

Pero también estas propuestas superan el feminismo de la igualdad, que parte del supuesto de una estructura dialéctica del género, dual por tanto como base, que tendería a una abolición del género, al mostrar que este esquema binarista es una estilización, y que en la realidad material existe una pluralidad de sexos, realmente más de dos, de sexualidades y de expresiones culturales de género, lo que deshace los esquemas dialécticos. Sin embargo, son afines al feminismo de la igualdad en cuanto que son liberacionistas, aunque no “del” género (superándolo) sino “de los” géneros (expresándolos en régimen de igualdad de derechos).

El nuevo feminismo practicará conscientemente alianzas con los conjuntos difusos emergentes y hasta, eventualmente, con el conjunto difuso de los hombres, o con partes significativas del mismo. Se trata de nuevo solamente de tomar conciencia de la dimensión de una práctica que en España se remonta a la alianza con el movimiento gaylésbico (por tanto con una parte del conjunto de los varones) y con el movimiento transexual, datada en 1993.

El sistema de alianzas ya está vivo, por consiguiente, y la única diferencia con la situación actual es que los conjuntos aliados ya no se entenderán como relativamente marginales ante el activismo feminista, sino como conjuntos en un plano de igualdad y como una alianza estratégica.

En el conjunto de la vida de la polis, esta propuesta se inserta dentro de la tradición libertaria, como manifiestamente individualista, concibiéndose las relaciones humanas como un sistema de alianzas libres entre conjuntos libres de personas libres, autónomas y que se autodeterminan. No está muy lejos por tanto del federalismo ácrata fundado a su vez en la razón y en el respeto a la subjetividad autónoma, y por tanto, en Kant. El cooperativismo no le es ajeno, ni el principio de subsidiaridad. El no binarismo muestra en la práctica contemporánea una considerable fuerza de transformación de todas las relaciones sociales y de la autocomprensión humana.