La noción milenaria del binarismo de género, que es claramente ideológica y no corresponde a la realidad objetiva, debe sustituirse por un no-binarismo realista, que puede expresarse como conjuntos difusos de género, formados por afirmaciones personales de identidades difusas. Una identidad difusa no se define por un sí o no, sino por un más o menos, desarrollado según una lógica informal o difusa.
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martes, 13 de abril de 2010

Dominaciones, solidaridades



Por Kim Pérez

(Publicado la semana del 11.IV al 18.IV.2010 en Diario Digital Transexual, http://CarlaAntonelli.com

Texto revisado



Es verdad que en la historia humana hay dos proyectos de dominación paralelos, uno social y otro económico.

El social ha sido el de algunos hombres sobre las mujeres en general. El económico ha sido el de los propietarios sobre los expropiados. O dicho con más precisión: el primero ha sido de dominación por medio del sexo y el segundo, de dominación por medio de la propiedad, puesto que hay sexo y propiedad que no son dominadores de otras personas.

La verdad del primer proyecto de dominación se puede comprobar exteriormente con sólo observar su muestra extrema, la de los talibanes sobre las mujeres afganas, negándoles la educación e incluso la medicina, y comparando esa muestra con unas prácticas menos radicales, en lo que se le parezcan, e incluso con el Código Civil Napoleón, vigente en España hasta la segunda mitad del del siglo XX, que minorizaba a la mujer casada (mi madre, por ejemplo) hasta para viajar o vender o comprar lo suyo, para todo lo cual necesitaba la firma de su marido(mi padre la quería, la respetaba y lo decidían todo juntos; pero no era eso lo que decía la ley)

Pero también puedo comprobar la verdad de esa dominación pensándola interiormente desde mi propia experiencia, porque ante la prepotencia de algunos compañeros en el colegio reaccioné de la misma manera que muchas mujeres lo hacen, desarrollando un masoquismo de sumisión, que encontraba en el modelo de la mujer sumisa su paradigma y que contribuyó a hacerme transexual.


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Robustecí mi imaginería durante mi estancia en Argelia, en la que la mujer encerrada se convirtió en el modelo mediante el que expresaba un vago erotismo: esperaba algún día poder vivir en los confines de mi casa y lamentaba tener que salir todas las mañanas a trabajar.

Como suele ocurrir a quienes han interiorizado la dominación en forma de sumisión, me irritaba el movimiento de liberación de la mujer, que destruía uno de mis iconos: la naturalidad de esta sumisión. Más adelante, fue este movimiento lo que me descubrió la existencia del género cultural en oposición al sexo natural, y me permitió así superar las contradicciones culturales en que vivía y liberar mi expresión personal sin masoquismo.

El otro proyecto de dominación es muy antiguo, tanto que casi me parece improcedente recordar cuánto. Baste decir que desde que la propiedad privada sustituyó a la antigua comunitaria, y la sociedad entera se dividió entre propietarios y desposeídos (incluyendo algunas mujeres entre los primeros y muchísimos varones entre los segundos)

La propiedad de las mujeres sobre sus huertos (habían sido las inventoras de la Revolución Agraria, el más transcendental de los cambios históricos) no era dominadora; tampoco, en principio, la primera propiedad de los varones sobre los campos, cuando se inventó el arado; pero enseguida se desbocó el proyecto de dominación, haciendo guerras para cautivar esclavos que llevasen los arados, cada vez más esclavos; desposeídos y humillados.

Luego se siguió con otros desposeídos, luego se buscaron más tierras, más riquezas, con lo que surgieron los imperialismos, luego hubo otras formas de relación desigual, el vasallaje, el proletariado, luego surgieron formas de resistencia y de mayor equilibrio, en los Estados del Bienestar. Pero el proyecto de dominación sigue vivo y más fuerte que nunca.

Vale la pena verlo tal como es, en su naturaleza dominadora, sencilla de comprender, movida por el placer de dominación, del que algunas personas, hombres, mujeres u otros, se dejan llevar, y otras personas, hombres, mujeres o distintas no quieren caer.

Es nuevo ver la relación de estos proyectos de dominación con el binarismo, éste es el punto de vista que aportamos al análisis social desde el no-binarismo. Los proyectos de dominación son binaristas por definición, pues deben constituir formas sociales divididas en dos y sólo en dos, el dominador y el dominado. Cualquier tercero independiente es visto por el dominador como una amenaza, puesto que visibiliza la posibilidad de alguien que permanece libre de su dominación.

La dominación se traduce entonces en ideología del dos. El varón dominador tenderá a pensar en que sólo tiene enfrente a las mujeres, y olvidará de hecho o degradará en la práctica a cualquier persona que no se ajuste a su binario imaginario, sea un varón homosexual, sea un varón trans, sea una mujer trans, sea una persona voluntariamente intergenérica, mediante la irrisión o la represión directa, cuyas penas van desde la marginación a la ejecución (aun hoy)

El propietario ansioso de dominación tendrá que transigir, ya desde antiguo, con prácticas de oposición a su dominación, desde las empresas familiares o individuales a las cooperativas o los sindicatos. Pero su modelo de dominación trepará incluso sobre medianas y pequeñas empresas, en una tendencia a la concentración del poder en pocas manos y a la extensión de sus dominios, que hoy alcanza sus máximos históricos con el capital monopolista, que absorbe los recursos ajenos mediante sus aparatos financiero y estatal y su nueva clase de administradores-propietarios privados (ejecutivos) y públicos (políticos)

En medio de estas dominaciones y sus turbulencias, las personas más difusas en cuestiones de sexogénero, gays, lesbianas, bisex, trans, intersex, extrasex, nos encontramos constitucionalmente fuera del binario; es nuestra constitución personal o nuestra manera de ser sexogenérica la que nos impida aceptar las reglas del código de género binario, nos hace insumisas por naturaleza, a la vez que los binaristas intentan una y otra vez imponérnoslas.

Lo siguen haciendo mediante los recursos habituales, aunque por el momento la transigencia es mayor, pero la irrisión nos amenaza siempre, la marginación, en más o menos, cada cual a su nuestra manera, de la que tenemos numerosas experiencias que forman la rutina de nuestras vidas, y la represión cada vez que la sociedad llegue a situaciones de emergencia, que hagan pensar que las prioridades son distintas del respeto a todo ser humano.

Las personas no-binarias (ya amenazadas con peligro de sus vidas en continentes como América Latina, donde aún les queda un espacio de libre expresión en la extrema marginalidad, su último escape; o reprimidas fuertemente en África o el mundo islámico; empezando a levantar nuestras cabezas desde situaciones en todo semejantes en Europa, Norteamérica o Japón, desde hace nada, teniendo muchas nuestras vidas marcada por la represióm milenaria), nosotras, las machacadas todavía o machacadas hasta hace muy pocos años, debemos saber que los golpes nos arreciarán por todas partes, si la actual megacrisis se convierte en unos pocos meses en caos (lo he leído en Le Figaro, diario conservador francés; mencionado por Chispas, revista de izquierda española, o sea, que en esa aprensión coinciden muchos) Ante eso, ¡o miedo o acción!

Podríamos replegarnos sobre nosotras mismas, doblándonos fetalmente para evitar los golpes, conscientes de nuestra minoría y entregándonos de nuevo a nuestra supervivencia individual, o podremos ser conscientes de que los proyectos de dominación que nos acosan nos hacen ser profundamente solidarias de las personas que luchan contra estas dominaciones, que representan potencialmente a la mayoría de la Humanidad.

Empezando por la solidaridad con las mujeres, necesariamente. Encontrando en ellas modelos de vida solidaria y comunitaria, no dominadora, y lamentando que el binarismo, presente en sus mismas mentes pese a que les hace daño, interiorizado desde que en el siglo XIX intensificaron su lucha, se manifieste a veces en un "nosotras solas", un ritual excluyente que las hace sentir ajenas a los varones no-dominantes, a los homosexuales, más machacados históricamente que ellas, e incluso a los trans masculinos, a quienes a veces ofrecen un apoyo que en este contexto resulta insultante.

Siguiendo en nuestra voluntad de unión por la solidaridad con el movimiento indígena de América Latina, que aporta una tradición comunitaria en lo económico y no-binarista en lo sexogenérico, que ha subsistido a lo largo de quinientos años de colonización y hoy se expande por primera vez desde entonces, demográfica, lingüística, cultural y políticamente.

Estimulando el sentimiento de solidaridad con los parados por todo el sistema monopolista, también desposeídos de nuevo hasta el extremo, que se ven incapaces de mantener sus viviendas y tienen que acogerse a soluciones de emergencia; o que no han podido conservar sus recursos para alimentar a sus familias y tienen que ponerse en largas colas en los centros asistenciales cada día, a la hora en que tenían el hábito tan simple de comer. Los únicos que han despertado en el Oeste del sueño consumista, pero que aún no gritan en las calles cada día por sus sufrimientos.

En todo ello tenemos que estar presentes las personas que he calificado como más difusas, aprovechando este momento en que hemos conseguido afirmar nuestra dignidad, para que ya no se pierda lo que hemos conseguido en medio de un regreso a la brutalidad; tenemos que vivir comunitariamente, en solidaridad mutua, con todos esos inmensos cuerpos sociales, con las mujeres, puesto que también son una parte difusa de la realidad, con los hombres, otra parte difusa, con los indígenas vencidos y humillados y con los marginados por la crisis económica.

Los fines de nuestra acción tienen que ser construir un orden social comunitario y libre, porque sólo en la libertad podremos asegurar nuestra supervivencia; recordemos que nos enfrentamos a dos proyectos de dominación, no a sólo uno. Si lucháramos sólo por la solidaridad económica, podríamos ver subsistir o emerger pronto, dentro de ella, la dominación sexogenérica, como de hecho ocurrió en Cuba y en la Europa del Este. Afortunadamente, las y los trans, los gays, lesbianas, bisex, intersex, extrasex, contenemos en nuestras venas una necesidad de libertad que nos contrapone a cualquier intento de dominación.

El Desfile del Orgullo, contra lo que creen los conservadores, es el orgullo de todas las personas, porque representa la libertad de todas las personas. Mientras haya Desfiles del Orgullo, aunque sea con carrozas comerciales, la libertad de todos estará siendo mantenida. Si algún triste día dejaran de hacerse, la libertad de todos estaría amenazada. Tal es la importancia de evitar la dominación por motivo de sexo para la vida social.